Alcañiz: ¿mapa prehistórico del río Guadalope ?




Este grabado fue encontrado por mi amigo Pedro Gasión, de Mas de las Matas.
En una ermita un poco más al sur de la ermita de San Pascual, aparece este grabado en el suelo.
De un metro aproximadamente de largo, reproduce justo el trozo del cauce del río Guadalope que tiene delante: una zona que va desde el actual Alcañiz hasta casi Castelserás (unos 5 km.) 
La comparación con un mapa actual nos revela un parecido asombroso entre el grabado y la realidad.



Podemos hacer los siguientes comentarios:

a) el grabado coincide exactamente con el original hasta el meandro a la altura de la ermita de San Pascual; a partir de ahí, el siguiente meandro es más largo en el grabado, y también observamos que la parte del río que pasa por Alcañiz es recto en el grabado, mientras que en la actualidad el río comienza a describir una curva.

b) el cálculo de las distancias es increíblemente correcto: estamos ante un mapa prehistórico a escala

c) se trata de ritualizar la importancia del río como fuente de vida (agua, caza ...) en un lugar sagrado, que sería la ermita en que el grabado se ha reproducido.



En la margen izquierda del río aparece una cazoleta (marcado en rojo en el dibujo), que fue una pequeña laguna y ahora es un campo de cereal. No sabemos si forma parte del conjunto del mapa del río, pero ocupa una posición que nos inclina a relacionar el río y la laguna.
(la foto es de Pedro Gasión)


                            
El culto a las aguas

"En una fórmula sumaria, podría decirse que las aguas simbolizan la totalidad de las virtudes; son fons et origo, la matriz de todas las posibilidades de existencia. "Aguas eres la fuente de toda cosa y de toda existencia", dice un texto indio, sintetizando la larga tradición védica. Las aguas son los cimientos del mundo entero; son la esencia de la vegetación, el elíxir de la inmortalidad, semejantes a la amrita; aseguran larga vida creadora y son el principio de toda curación, etc. "¡Que las aguas nos traigan el bienestar!", rogaba el sacerdote védico. "¡Las aguas, en verdad, son curadoras; las aguas expulsan y curan todas las enfermedades!".

(...) La inmersión en el agua simboliza la regresión a lo preformal, la regeneración total, el nuevo nacimiento, pues una inmersión equivale a una disolución de las formas, a una reintegración en el modo indiferenciado de la preexistencia; y la salida de las aguas repite el gesto cosmogónico de la manifestación formal, el contacto con el agua implica siempre la regeneración; por una parte, porque la disolución va seguida de un nuevo nacimiento", por otra parte porque la inmersión fertiliza y aumenta el potencial de vida y de creación. El agua confiere un "nuevo nacimiento" por un ritual iniciático, cura por un ritual mágico, asegura el renacimiento post mortem por rituales funerarios. Incorporando en sí todas las virtualidades, el agua se convierte en símbolo de vida (el "agua viva", rica en gérmenes, fecunda la tierra, los animales, la mujer). Receptáculo de toda virtualidad, fluido por excelencia, soporte del devenir universal, el agua es comparada, o directamente asimilada con la luna. Los ritmos lunares y acuáticos están orquestados por el mismo destino: gobiernan la aparición y desaparición periódicas de todas las formas, dan al universal devenir una estructura cíclica.

(...) "En sumerio, 'a' significaba aguas, pero significaba igualmente "esperma, concepción, generación". En la glíptica mesopotámica, por ejemplo, el agua y el pez simbólico son los emblemas de la fecundidad. Todavía en nuestros días, entre los primitivos, el agua se confunde (no siempre en la experiencia corriente, pero regularmente en el mito) con el semen viril. En la isla de Wokuta, un mito recuerda cómo una muchacha perdió su virginidad por que dejó que la lluvia tocase su cuerpo; y el mito más importante de la isla Trobriand revela que Bolutukwa, la madre del héroe Tudava, se hizo mujer a consecuencia de algunas gotas de aguas caídas de una escalinata. Los indios prima de Nuevo México tienen un mito semejante: una mujer muy hermosa (la tierra madre) fue fecundada por una gota de agua caída de una nube."

Mircea Eliade, "Las aguas y el simbolismo acuático", en Tratado de Historia de las religiones, Ciudad de México, Biblioteca Era, 1972, pp.178-200. 


"Toda la población de la India –dice Dubois-, reconoce la divinidad del agua”. A más del culto tan conocido del sagrado Ganges, las tribus de las colinas Nilguerris adoran los ríos bajo el nombre de Gangamma, y al atravesarlos, suelen echar al agua una moneda como ofrenda y como preciode una travesía feliz. En el Decán y en Ceilán es frecuente ver cubiertos de ofrendas los árboles y arbustos próximos a las fuentes. Muchas tribus montañesas, como, por ejemplo, los karias, santals, konds, etc, profesan también culto de los ríos. Los karens y birmanes “tienen pozos sagrados cuyas aguas están habitadas por espíritus que arrebatan doncellas, exactamente como los espíritus de las aguas de Escocia”.

(…)“Los dacotas de la América septentrional adoran un dios de las aguas bajo el nombre de Unktahe. Dicen que “este dios y sus compañeros se les aparecen en sueños. Es el alma de todas sus creencias supersticiosas. De él reciben los hechiceros sus poderes sobrenaturales, y de él deriva una gran parte de la religión”. Franklin cuenta que, hallándose enferma la mujer de uno de sus guías indios, el marido hizo una ofrenda a los espíritus de las aguas, a cuyo cólera atribuía la enfermedad. La ofrenda consistía en un cuchillo, algo de tabaco y otras menudencias, de todo lo cual hizo un paquetillo que abandonó a la corriente”. Carver indica que, cuando los pieles rojas “llegan a las orillas del Lago Superior, o del Mississipi, o de cualquiera otra gran masa de agua, presentan al espíritu que allí reside alguna ofrenda, como lo hizo el jefe de los winnebagos, cuando le acompañó a las cataratas de San Antonio”. Tañer cita también ejemplos de esta costumbre. En cierta ocasión un piel roja, dirigiéndose al espíritu de las aguas “le dijo que había hecho un largo viaje para tributarle adoración, y que en aquel momento iba a ofrecerle lo mejor que poseía. Acto continuo arrojó su pipa a la corriente; luego, su rollo de tabaco; después, los anillos que llevaba en los brazos y en las muñecas; en seguida, un adorno compuesto de alambres y cuentas que ceñía al cuello, y, por fin, los pendientes; de suerte, que ofreció al dios toda la parte de su atavío que tenía algún precio”. Los mandanes solían también ofrecer sacrificios al espíritu de las aguas."

(Los orígenes de la civilización, J. Lubbock, Editorial Alta Fulla, Barcelona 1987)