Andorra: escritura ibérica

A este lugar me ha traído mi amigo Pedro Gasión, de Mas de las Matas.

En las afueras de Andorra y en dirección a las minas de Ariño, encontramos un conjunto de rocas con diversos grabados. En su punto central y más alto aparece un grabado y, debajo, una inscripción en idioma ibérico.



En la parte superior, una especie de aspa sigue la dirección E-W, de manera que la perpendicular marcaría la dirección N-S. Situándose en el centro de la roca y mirando hacia el sur, tenemos justo debajo una inscripción en idioma ibérico, en bastante buen estado de conservación (es decir, la inscripción está justo al revés de como la estamos viendo en la foto). Las letras tienen unos 25 cm. de altura.

Creemos haber podido transcribir la inscripción ibérica. Sólo nos queda duda de la última letra.

Como decimos, hay que leer la inscripción desde el centro de la roca y en dirección S., para contemplar el escrito justo al revés de como lo vemos en la foto de más arriba. De esta manera, tenemos lo siguiente:


Aparece la palabra "KIEULEE", con dudas sobre la última letra, aunque el resto se lee con bastante claridad. Por el lugar en que está escrita, es posiblemente el nombre de alguna divinidad o una invocación sagrada.


La escritura ibérica

"Un elemento determinante en la estructura de cohesión social, la organización económica y el gobierno de las comunidades ibéricas es la escritura. Existe un cierto acuerdo en considerar que la escritura ibérica es el resultado de la adaptación del signatario tartesio, el más antiguo de la Península, a las necesidades fonéticas ibéricas. A su vez, parece también probable que el signatario tartesio o del sudoeste constituyera una adaptación del signario fenicio a las características propias de la lengua tartesia. En ambas adaptaciones algunos signos cambiaron de valor para adaptarse a la nueva lengua. La característica más importante del signario o escritura ibérica es que se trata de una combinación entre alfabeto y silabario, los dos tipos de sistemas gráficos empleados en el área de la cuenca mediterránea. Está formado por un semisilabario que incluye signos alfabéticos para las vocales y las consonantes continuas (nasales, vibrantes, laterales y silbantes), y silabogramas para las oclusivas. A medio camino entre el silabario y el alfabeto, este sistema mixto no tiene parangón y dificulta su transcripción. Las adaptaciopnes a partir del silabario tartesio se realizaron inicialmente en la zona ibérica meridional, dando lugar a la escritura ibérica meridional, adaptándose luego la levantina. Respecto al mapa de distribución de las escrituras, en la zona de Alicante y Murcia se empleó durante el siglo VI a.C. un sistema gráfico adaptado directamente del alfabeto jonio que recibe la denominación de escritura greco-ibérica. En el resto de los territorios ibéricos, desde el sur de Francia hasta Andalucía, se empleó el signario ibérico con dos variantes: en la Baja Andalucía y Albacete se empleó la escritura meridional, mientras que en el resto del territorio, la más extendida fue la levantina. Paralelamente, en el área tartesia se empleó un signario específico denominado escritura tartesia.
"El empleo de la escritura puede relacionarse claramente con la aristocracia y la nobleza gentilicia, puesto que se constatan mayoritariamente dos tipos de documentos epigráficos: las marcas de propiedad sobre item de vajilla de mesa, esencialmente productos de importación, y plomos escritos asociados conceptualmente dado que no pueden traducirse, a actividades comerciales por comparación con los textos contemporáneos escritos en lengua jonia de los que se copia el modelo de cartas y su estructura. Un texto de Estrabón (III,1,6) indica que los íberos emplearon también la escritura para conservar algunos elementos básicos de su acervo cultural: "Los turdetanos están considerados como los más cultos de los iberos. Conocen la escritura y poseen todavía, como prueba de su antiguo pasado, crónicas históricas, poemas y leyes en verso que, según dicen, tienen una antigüedad de seis mil años. Los otros pueblos de Iberia utilizan también la escritura, pero ellos no han unificado los signos; en efecto, su lengua aún no se ha unificado, y cada pueblo tiene la suya propia" " (Protohistoria - Francisco Gracia Alonso y Gloria Munilla, Edicions Universitat de Barcelona)

Manuel Gómez Moreno consiguió "el desciframiento de la escritura ibérica, cuya dificultad mayor radicaba, como él supo averiguar, en que el sistema utilizado por los íberos y que, más tarde, copiarían para su empleo los pueblos célticos fronterizos, no era un alfabeto, sino un sistema mixto de signos que, en unas ocasiones, expresaban el sonido de una sola letra y, en otras, el de una sílaba completa. Disponen de un sonido propio los símbolos de las cinco vocales y los de ele, eme, ene, erre fuerte (vibrante múltiple) y suave (vibrante sencilla) y ese fuerte (sorda) y suave (sonora). En cambio, otros signos siven para expresar las tres series de sílabas que comienzan por labial, dental y velar, esto es, ba, be, bi, bo, bu; da, de, di, do, du; y ka, ke, ki, ko, ku. En la grafía de estos sonidos silábicos (no sabemos bien si en la pronunciación), el ibérico no distinguió entre sordas y sonoras, de modo que la serie da-de-di-do-du podría servir también para transcribir los sonidos ta-te-ti-to-tu, de la misma forma que los fonemas que empezaban con "b" servían para expresar la "p" (que suponemos infrecuente o inexistente) y los de la "k" para la "g". Así, este semisilabario ibérico que se había resistido durante siglos a los investigadores quedaba, por fin, vencido; esto es, legible. Cuando el sistema se utilizaba para escribir lengua ibérica, la lectura era directa y sin retoques, pues el signario había sido compuesto precisamente para reflejar los sonidos ibéricos. No era tan límpida, empero, la transcripción fonética cuando los signos ibéricos se habían utilizado para escribir palabras de una lengua céltica, y todavía hoy, en este último caso, se enfrentan los estudiosos con algunas dificultades de detalle." (Guillermo Fatás Cabeza y Miguel Beltrán Lloris, Historia de Zaragoza, ed. Ayto Zaragoza y Caja Ahorros Inmaculada, 1997)